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viernes, 22 de julio de 2011

canon biblico


DESARROLLO DEL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Durante el transcurso de los siglos se desarrollaron varios cánones o listas de libros sagrados. Veamos las razones.
Por el año 605 a.C., el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce Bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó a Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilónica" (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).
Pero no todos los israelitas fueron llevado cautivos, un "resto" quedó en Israel: (2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto: (2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7.
El rey Ciro de Persia conquistó a Babilonia (2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (Esdras 1,5; 7,28 y Nehemías 2,11) pero otros se fueron en vez a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, contaba con la biblioteca mas importante del mundo en esa época). En esta gran ciudad convivían griegos, judíos y egipcios. Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de Jesús habían mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (1 Macabeos 1,1).
Mientras la primera semejanza de un canon hebreo se empieza a formar, la lengua hebrea comienza a morir y desapareció completamente para el año 135 a.C. Por esta razón Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo, un dialecto del hebreo.
LA TRADUCCIÓN DE LOS SETENTA (SEPTUAGÉSIMA)
Como en la mayor parte del mundo civilizado, la lengua principal de Alejandría en el siglo III a.C. era el griego. Había por eso gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.
La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría.  La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra).
Comenzando con el Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los cristianos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser mas recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos.
Se trata de siete libros, escritos en griego, que son llamados hoy deuterocanónicos. Vemos entonces que no hay un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús.
La mayoría de los judíos de aquel tiempo sabían que Dios continuaba revelándose. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías.
La Traducción de los Setenta contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirácides o Eclesiástico) o completamente (Tobías, Judit, Baruc y 1 Macabeos).
La Traducción de los Setenta es la que se usaba en tiempo de Jesucristo y los Apóstoles.
La versión alejandrina o de los setenta, con los siete libros deuterocanónicos, se propagó mucho y era la generalmente usada por los judíos en la era Apostólica.
Por esta razón no es sorprendente que esta fuera la traducción utilizada por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento: 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina.
Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios).
Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (+254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.
Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía, quizás de rabinos, hicieron un canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.). Este canon comprendía de 22 a 24 libros.
No rechazaron los libros deuterocanónicos definitivamente, pero no los incluyeron entre los canónicos. El canon reconocido por los judíos no se fijó hasta más de cien años después. Aun entonces, los libros "deuterocanónicos" siguieron siendo leídos y respetados por los judíos. Mientras tanto los cristianos siguieron reconociendo la versión alejandrina que sí contenía los “deuterocanónicos”.
Es así que surgieron los dos cánones del Antíguo Testamento.
LOS DOS CÁNONES DEL ANTIGUO TESTAMENTO:
·                     El canon de Alejandría (la traducción de los Setenta al griego, hecha antes de Cristo y aceptada por todos los cristianos y muchos judíos, que contiene los libros deuterocanónicos)
·                    El canon de Palestina (Jamnia, traducción hebrea hecha después de Cristo).
Los historiadores ponen como fecha en que se fijaron los cánones de las traducciones de Alejandría y de Palestina para el siglo segundo de nuestra era.
El Obispo Melito de Sardis registró la primera lista conocida del canon alejandrino en el año 170 A.D. Contenía 45/46 libros (el libro de Lamentaciones se consideraba como parte de Jeremías). El canon Palestino contenía solo 39 libros pues no tenía los 7 libros Deuterocanónicos.
LA VULGATA DE SAN JERÓNIMO
La primera traducción de la Biblia del griego al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata" (año 383 AD). El latín era entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo basó su traducción en el texto hebreo del canon de Palestina, pero tradujo del canon alejandrino los libros que no se encontraban en el canon Palestino. Por eso la Vulgata tiene todos los 46 libros.
La Iglesia establece el canon
La controversia sobre que libros son canónicos fue larga, extendiéndose hasta el siglo IV y aún más tarde. Las polémicas con los herejes, particularmente los seguidores de Marción, que rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres, hizo que la Iglesia definiera con autoridad la lista de los libros sagrados (el canon).
Los concilios de la Iglesia -el Concilio de Hipona, en el año 393 A.D. y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 A.D.- ambos en el norte de África, confirmaron el canon Alejandrino o de los Setenta (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros.
La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, también oficialmente lista estos libros. Finalmente, el concilio de Florencia (1442) definitivamente estableció la lista oficial de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T.
El canon del Nuevo Testamento se definió en el siglo IV tras un largo y difícil proceso de discernimiento. El mismo nombre de "Nuevo Testamento" no se usó hasta el siglo II.
Entre los criterios para aceptar o no los libros fue que tuviese como autor a un Apóstol; su uso, especialmente en la liturgia en las Iglesias Apostólicas y la conformidad con la fe de la Iglesia.
Fue bajo estos criterios que algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev de Tomás, Ev. de Pedro) fueron rechazados.
El evangelio de San Juan y el Apocalipsis se consideraron por largo tiempo como dudosos por el atractivo que tenían con grupos sectarios y milenaristas.
Así fueron reunidos y preservados por la Iglesia los libros que conforman la Biblia: 72/73 en total.
Todos los católicos aceptaron el canon de la Biblia fijado por los Concilios mencionados y, como este canon no fue causa de seria controversia hasta el siglo XVI, no se necesitó definir el canon de la Biblia como una verdad infalible.
A LA BIBLIA PROTESTANTE LE FALTAN LIBROS
En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupó los siete libros deuterocanónicos bajo el título de "apócrifos", señalando: "estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer."
Sucede que esto libros contenían demasiadas verdades que entraban en conflicto con sus tesis equivocadas. Por ejemplo: “Es bueno y santo orar por los muertos, para que puedan quedar libres de sus pecados” (2 Mac. 12, 46).
Es así como los protestantes llegaron a considerar a los deuterocanónicos como libros no aceptados en el canon, o sea como libros apócrifos.
La historia demuestra que no es verdad lo que dijo Lutero:
Siempre los cristianos habían reconocido esos libros como parte de la Biblia. Los concilios del siglo IV y posteriores habían confirmado la creencia cristiana. La opinión de Lutero era más bien la de los judíos que seguían la traducción de Jamnia.
Lamentablemente Lutero propagó sus errores junto con su rebelión. Es por eso que sus seguidores, los protestantes, carecen de los libros deuterocanónicos de la Biblia.
Todas las Biblias de cualquier denominación protestantes, siguiendo a Lutero, carecen de estos libros del Antiguo Testamento (si los tienen los colocan como Apéndice):
·                    Tobías
·                    Judit
·                    Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas)
·                    Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas)
·                    I Macabeos
·                    II Macabeos
·                    Sabiduría
·                    Eclesiástico (también llamado "Sirac")
·                    Baruc
Lutero no sólo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que hizo cambios en el Nuevo Testamento.
"Él [Martín Lutero] había declarado que la persona no se justifica por la fe obrando en el amor, sino sólo por la fe. Llegó incluso a añadir la palabra "solamente" después de la palabra "justificado" en su traducción alemana de Romanos 3, 28, y llamó a la Carta de Santiago "epístola falsificada" porque Santiago dice explícitamente: "Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe". -Scott y Kimberly HAHN, "Roma dulce hogar", ed. Rialp, Madrid, 2000, página 57. (Scott Hahn fue ministro protestante, presbiteriano antes de su conversión)
Además, se tomó la libertad de separar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:
·                    Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan.
·                    Otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan.
·                    Los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.
Gracias a Dios, los protestantes tienen los mismos libros que los católicos en el Nuevo Testamento porque no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del canon.
Los protestantes y evangélicos se encuentran en una posición contradictoria: Reconocen el canon establecido por los Concilios del siglo IV para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el canon del AT.
Es interesante notar que la Biblia Gutenberg, la primera Biblia impresa, es la Biblia latina (Vulgata), por lo tanto, contenía los 46 libros del canon alejandrino. (Esta fue impresa en 1455, 62 años antes de que Martín Lutero cambiara el canon. Esta es otra postura contradictoria por parte de protestantes y evangélicos con relación a la Biblia).
POSICIÓN DE LA IGLESIA ANGLICANA
Según los 39 Artículos de Religión (1563) de la Iglesia de Inglaterra, los libros deuterocanónicos pueden ser leídos para "ejemplo de vida e instrucción de costumbres", pero no deben ser usados para "establecer ninguna doctrina" (Artículo VI).
Consecuentemente, la Biblia, versión King James (1611) imprimió estos libros entre el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este orden alegando que los "malditos apócrifos" pudiesen ser así vistos como un puente entre el A.T. y el N.T.
La Confesión de Westminster (1647) decidió que estos libros, "al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados mas que otros escritos humanos."
CLARIFICACIÓN CATÓLICA DEL CANON
La Iglesia Católica, fiel a la encomienda del Señor de enseñar la verdad y refutar los errores, definió solemnemente, en el Concilio de Trento, en el año 1563, el canon del Antiguo Testamento con 46 libros siguiendo la traducción griega que siempre habían utilizado los cristianos desde el tiempo apostólico.
Confirmó así la fe cristiana de siempre y dijo que los libros deuterocanónicos deben ser tratados "con igual devoción y reverencia".
El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.
Esta enseñanza del Concilio de Trento fue ratificada por el Concilio Vaticano I y por el Concilio Vaticano II (Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Sagrada Escritura).
La Biblia es un regalo del Señor presentado como obra terminada a través de un largo proceso culminado por el Espíritu Santo en la Iglesia Católica por cuya autoridad se establece el canon definitivo.


LOS LIBROS CANONICOS


DESARROLLO DEL CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS
Durante el transcurso de los siglos se desarrollaron varios cánones o listas de libros sagrados. Veamos las razones.
Por el año 605 a.C., el Pueblo de Israel sufrió una dispersión o, como se le conoce Bíblicamente, una "diáspora". El rey Nabucodonosor conquistó a Jerusalén y llevó a los israelitas cautivos a Babilonia, comenzando la "Cautividad de Babilónica" (cf. 2 Reyes 24,12 y 2 Reyes 25,1).
Pero no todos los israelitas fueron llevado cautivos, un "resto" quedó en Israel: (2 Reyes 25,12; 2 Reyes 25,22; Jeremías 40,11; Ezequiel 33,27). También un número de Israelitas no fueron cautivos a Babilonia sino que fueron a Egipto: (2 Reyes 25,26; Jeremías 42,14; Jeremías 43,7.
El rey Ciro de Persia conquistó a Babilonia (2 Crónicas 36,20; 2 Crónicas 36,23) y dio la libertad a los israelitas de regresar a Israel, terminando así su esclavitud. Algunos regresaron a Palestina (Esdras 1,5; 7,28 y Nehemías 2,11) pero otros se fueron en vez a Egipto, estableciéndose, en su mayoría, en la ciudad de Alejandría (fundada por Alejandro Magno en el 322 a.C, contaba con la biblioteca mas importante del mundo en esa época). En esta gran ciudad convivían griegos, judíos y egipcios. Así que los judíos estaban disgregados aun después del fin del cautiverio, unos en Palestina y otros en la diáspora, sobre todo en Alejandría. En el tiempo de Jesús habían mas judíos en Alejandría que en la misma Palestina (1 Macabeos 1,1).
Mientras la primera semejanza de un canon hebreo se empieza a formar, la lengua hebrea comienza a morir y desapareció completamente para el año 135 a.C. Por esta razón Jesús y sus contemporáneos en Palestina hablaban arameo, un dialecto del hebreo.
LA TRADUCCIÓN DE LOS SETENTA (SEPTUAGÉSIMA)
Como en la mayor parte del mundo civilizado, la lengua principal de Alejandría en el siglo III a.C. era el griego. Había por eso gran necesidad de una traducción griega de las Sagradas Escrituras.
La historia relata que Demetrio de Faleron, el bibliotecario de Plotomeo II (285-246 a.C.), quería unas copias de la Ley Judía para la Biblioteca de Alejandría.  La traducción se realizó a inicios del siglo tercero a.C. y se llamó la Traducción de los Setenta (por el número de traductores que trabajaron en la obra).
Comenzando con el Torá, tradujeron todas las Sagradas Escrituras, es decir todo lo que es hoy conocido por los cristianos como el Antiguo Testamento. Introdujeron también una nueva organización e incluyeron Libros Sagrados que, por ser mas recientes, no estaban en los antiguos cánones pero eran generalmente reconocidos como sagrados por los judíos.
Se trata de siete libros, escritos en griego, que son llamados hoy deuterocanónicos. Vemos entonces que no hay un "silencio bíblico" (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al nacimiento de Jesús.
La mayoría de los judíos de aquel tiempo sabían que Dios continuaba revelándose. Aquella era la última etapa de revelación antes de la venida del Mesías.
La Traducción de los Setenta contiene los textos originales de algunos de los deuterocanónicos (Sabiduría y 2 Macabeos) y la base canónica de otros, ya sea en parte (Ester, Daniel y Sirácides o Eclesiástico) o completamente (Tobías, Judit, Baruc y 1 Macabeos).
La Traducción de los Setenta es la que se usaba en tiempo de Jesucristo y los Apóstoles.
La versión alejandrina o de los setenta, con los siete libros deuterocanónicos, se propagó mucho y era la generalmente usada por los judíos en la era Apostólica.
Por esta razón no es sorprendente que esta fuera la traducción utilizada por Cristo y los escritores del Nuevo Testamento: 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina.
Por eso no hay duda de que la Iglesia apostólica del primer siglo aceptó los libros deuterocanónicos como parte de su canon (libros reconocidos como Palabra de Dios).
Por ejemplo, Orígenes, Padre de la Iglesia (+254), afirmó que los cristianos usaban estos libros aunque algunos líderes judíos no los aceptaban oficialmente.
Al final del primer siglo de la era cristiana, una escuela judía, quizás de rabinos, hicieron un canon hebreo en la ciudad de Jamnia, en Palestina. Cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.). Este canon comprendía de 22 a 24 libros.
No rechazaron los libros deuterocanónicos definitivamente, pero no los incluyeron entre los canónicos. El canon reconocido por los judíos no se fijó hasta más de cien años después. Aun entonces, los libros "deuterocanónicos" siguieron siendo leídos y respetados por los judíos. Mientras tanto los cristianos siguieron reconociendo la versión alejandrina que sí contenía los “deuterocanónicos”.
Es así que surgieron los dos cánones del Antíguo Testamento.
LOS DOS CÁNONES DEL ANTIGUO TESTAMENTO:
·                     El canon de Alejandría (la traducción de los Setenta al griego, hecha antes de Cristo y aceptada por todos los cristianos y muchos judíos, que contiene los libros deuterocanónicos)
·                    El canon de Palestina (Jamnia, traducción hebrea hecha después de Cristo).
Los historiadores ponen como fecha en que se fijaron los cánones de las traducciones de Alejandría y de Palestina para el siglo segundo de nuestra era.
El Obispo Melito de Sardis registró la primera lista conocida del canon alejandrino en el año 170 A.D. Contenía 45/46 libros (el libro de Lamentaciones se consideraba como parte de Jeremías). El canon Palestino contenía solo 39 libros pues no tenía los 7 libros Deuterocanónicos.
LA VULGATA DE SAN JERÓNIMO
La primera traducción de la Biblia del griego al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata" (año 383 AD). El latín era entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo. San Jerónimo basó su traducción en el texto hebreo del canon de Palestina, pero tradujo del canon alejandrino los libros que no se encontraban en el canon Palestino. Por eso la Vulgata tiene todos los 46 libros.
La Iglesia establece el canon
La controversia sobre que libros son canónicos fue larga, extendiéndose hasta el siglo IV y aún más tarde. Las polémicas con los herejes, particularmente los seguidores de Marción, que rechazaban libros generalmente reconocidos por los Padres, hizo que la Iglesia definiera con autoridad la lista de los libros sagrados (el canon).
Los concilios de la Iglesia -el Concilio de Hipona, en el año 393 A.D. y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 A.D.- ambos en el norte de África, confirmaron el canon Alejandrino o de los Setenta (con 46 libros para el Antiguo Testamento) y también fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros.
La carta del Papa S. Inocencio I en el 405, también oficialmente lista estos libros. Finalmente, el concilio de Florencia (1442) definitivamente estableció la lista oficial de 46 libros del A.T. y los 27 del N.T.
El canon del Nuevo Testamento se definió en el siglo IV tras un largo y difícil proceso de discernimiento. El mismo nombre de "Nuevo Testamento" no se usó hasta el siglo II.
Entre los criterios para aceptar o no los libros fue que tuviese como autor a un Apóstol; su uso, especialmente en la liturgia en las Iglesias Apostólicas y la conformidad con la fe de la Iglesia.
Fue bajo estos criterios que algunos evangelios atribuidos a los Apóstoles (ej. Ev de Tomás, Ev. de Pedro) fueron rechazados.
El evangelio de San Juan y el Apocalipsis se consideraron por largo tiempo como dudosos por el atractivo que tenían con grupos sectarios y milenaristas.
Así fueron reunidos y preservados por la Iglesia los libros que conforman la Biblia: 72/73 en total.
Todos los católicos aceptaron el canon de la Biblia fijado por los Concilios mencionados y, como este canon no fue causa de seria controversia hasta el siglo XVI, no se necesitó definir el canon de la Biblia como una verdad infalible.
A LA BIBLIA PROTESTANTE LE FALTAN LIBROS
En el 1534, Martín Lutero tradujo la Biblia al alemán y agrupó los siete libros deuterocanónicos bajo el título de "apócrifos", señalando: "estos son libros que no se tienen por iguales a las Sagradas Escrituras y sin embargo son útiles y buenos para leer."
Sucede que esto libros contenían demasiadas verdades que entraban en conflicto con sus tesis equivocadas. Por ejemplo: “Es bueno y santo orar por los muertos, para que puedan quedar libres de sus pecados” (2 Mac. 12, 46).
Es así como los protestantes llegaron a considerar a los deuterocanónicos como libros no aceptados en el canon, o sea como libros apócrifos.
La historia demuestra que no es verdad lo que dijo Lutero:
Siempre los cristianos habían reconocido esos libros como parte de la Biblia. Los concilios del siglo IV y posteriores habían confirmado la creencia cristiana. La opinión de Lutero era más bien la de los judíos que seguían la traducción de Jamnia.
Lamentablemente Lutero propagó sus errores junto con su rebelión. Es por eso que sus seguidores, los protestantes, carecen de los libros deuterocanónicos de la Biblia.
Todas las Biblias de cualquier denominación protestantes, siguiendo a Lutero, carecen de estos libros del Antiguo Testamento (si los tienen los colocan como Apéndice):
·                    Tobías
·                    Judit
·                    Ester (protocanónico con partes deuterocanónicas)
·                    Daniel (protocanónico con partes deuterocanónicas)
·                    I Macabeos
·                    II Macabeos
·                    Sabiduría
·                    Eclesiástico (también llamado "Sirac")
·                    Baruc
Lutero no sólo eliminó libros del Antiguo Testamento sino que hizo cambios en el Nuevo Testamento.
"Él [Martín Lutero] había declarado que la persona no se justifica por la fe obrando en el amor, sino sólo por la fe. Llegó incluso a añadir la palabra "solamente" después de la palabra "justificado" en su traducción alemana de Romanos 3, 28, y llamó a la Carta de Santiago "epístola falsificada" porque Santiago dice explícitamente: "Veis que por las obras se justifica el hombre y no sólo por la fe". -Scott y Kimberly HAHN, "Roma dulce hogar", ed. Rialp, Madrid, 2000, página 57. (Scott Hahn fue ministro protestante, presbiteriano antes de su conversión)
Además, se tomó la libertad de separar los libros del Nuevo Testamento de la siguiente manera:
·                    Libros sobre la obra de Dios para la salvación: Juan, Romanos, Gálatas, Efesios, I Pedro y I Juan.
·                    Otros libros canónicos: Mateo, Marcos, Lucas, Hechos, el resto de las cartas de Pablo, II Pedro y II de Juan.
·                    Los libros no canónicos: Hebreos, Santiago, Judas, Apocalipsis y libros del Antiguo Testamento.
Gracias a Dios, los protestantes tienen los mismos libros que los católicos en el Nuevo Testamento porque no aceptaron los cambios de Lutero para esta parte del canon.
Los protestantes y evangélicos se encuentran en una posición contradictoria: Reconocen el canon establecido por los Concilios del siglo IV para el Nuevo Testamento (los 27 libros que ellos tienen) pero no reconocen esa misma autoridad para el canon del AT.
Es interesante notar que la Biblia Gutenberg, la primera Biblia impresa, es la Biblia latina (Vulgata), por lo tanto, contenía los 46 libros del canon alejandrino. (Esta fue impresa en 1455, 62 años antes de que Martín Lutero cambiara el canon. Esta es otra postura contradictoria por parte de protestantes y evangélicos con relación a la Biblia).
POSICIÓN DE LA IGLESIA ANGLICANA
Según los 39 Artículos de Religión (1563) de la Iglesia de Inglaterra, los libros deuterocanónicos pueden ser leídos para "ejemplo de vida e instrucción de costumbres", pero no deben ser usados para "establecer ninguna doctrina" (Artículo VI).
Consecuentemente, la Biblia, versión King James (1611) imprimió estos libros entre el N.T. y el A.T. Pero Juan Lightfoot (1643) criticó este orden alegando que los "malditos apócrifos" pudiesen ser así vistos como un puente entre el A.T. y el N.T.
La Confesión de Westminster (1647) decidió que estos libros, "al no ser de inspiración divina, no son parte del canon de las Escrituras y, por lo tanto, no son de ninguna autoridad de la Iglesia de Dios ni deben ser en ninguna forma aprobados o utilizados mas que otros escritos humanos."
CLARIFICACIÓN CATÓLICA DEL CANON
La Iglesia Católica, fiel a la encomienda del Señor de enseñar la verdad y refutar los errores, definió solemnemente, en el Concilio de Trento, en el año 1563, el canon del Antiguo Testamento con 46 libros siguiendo la traducción griega que siempre habían utilizado los cristianos desde el tiempo apostólico.
Confirmó así la fe cristiana de siempre y dijo que los libros deuterocanónicos deben ser tratados "con igual devoción y reverencia".
El Catecismo de la Iglesia Católica reafirma la lista completa de los Libros Sagrados, incluyendo los deuterocanónicos.
Esta enseñanza del Concilio de Trento fue ratificada por el Concilio Vaticano I y por el Concilio Vaticano II (Constitución Dogmática Dei Verbum sobre la Sagrada Escritura).
La Biblia es un regalo del Señor presentado como obra terminada a través de un largo proceso culminado por el Espíritu Santo en la Iglesia Católica por cuya autoridad se establece el canon definitivo.


QUE SON LOS LIBROS APOCRIFOS

LOS LIBROS APOCRIFOS
Ahora recién estamos en condiciones para entrar a estudiar los llamados libros apócrifos o deuterocanónicos, como son llamados en la las biblias católicas. Y esta palabra quiere decir: “después del canon” y por lo tanto reconocidos en todo el mundo como apócrifos. A su vez ésta es una palabra griega que significa “ocultos” o “secretos” y que se adoptó por que precisamente la fecha de los mismos, su origen y la paternidad literaria de ellos era sumamente dudosa.
Tuvieron su origen entre los siglos 1 al 3 AC. La mayoría son de procedencia ignorada y fueron añadidos a la Septuaginta o traducción griega del AT ya que como vimos anteriormente, no estaban en el AT hebreo.
Estos libros fueron escritos principalmente en el período intertestamentario, es decir entre Malaquías y Mateo. Ahora es importante tener en cuenta que a este período se le llama el tiempo de “silencio de Dios” ya que cesaron las profecías, los oráculos y la revelación de Dios.
Los judíos nunca reconocieron estos libros como parte de las escrituras hebreas. Josefo los rechaza directamente y como ya dijimos Jesús nunca los citó y no aparecen en todo el NT. Tampoco fueron reconocidos por la Iglesia primitiva como de autoridad canónica.
El detalle técnico a tener en cuenta para comprender bien el porqué de su aparición. Es que cuando la biblia fue traducida al latín en el siglo II, DC el AT se tradujo no del hebreo sino de la versión Septuaginta griega. “De la Septuaginta estos libros apócrifos pasaron a la traducción latina y luego a la Vulgata latina, que llegó a ser la versión común de Europa hasta la época de la reforma.”
“Los protestantes que basaban su movimiento sobre la autoridad divina de la Palabra de Dios rechazaron enseguida estos libros apócrifos por no ser parte de aquella, tal como había hecho la iglesia primitiva y los antiguos hebreos.” (Manual de Halley).
Debemos agregar que en el siglo IV cuando San Jerónimo hizo la revisión de la versión latina, que contenía los apócrifos, tuvo sumo cuidado en indicar a través de prefacios a estos libros que no se hallaban en el canon hebreo, agregando que no debían ser usados “para establecer cualquier doctrina.”
Desgraciadamente los copistas de los manuscritos de la Vulgata latina pasaron por alto todos esos prefacios, provocando la confusión de donde estaba el canon hebreo y donde no estaba. Como consecuencia, muchos Padres de la iglesia no hicieron la distinción debida cuando en sus escritos citaban tanto de los libros canónicos como de los apócrifos indistintamente.
Por supuesto que esta confusión, como ustedes ya habrán notado, persiste hasta el día de hoy.
Así llegamos hasta el 8 de abril de 1546 hasta el famoso CONCILIO DE TRENTO en el que la Iglesia Católica Romana puso el sello de “su autoridad” en esos once libros apócrifos (o parte de ellos) y decretó ANATEMA cualquiera que no los recibiera, según la biblia Vulgata latina con los demás libros sagrados y canónicos.
Según puede verse claramente, ésta fue una determinación de la Iglesia Católica para detener el movimiento protestante.
De los libros que declaró canónicos, sólo omitió III y IV Esdras y la Oración de Manases, y que aún permanecen en las versiones católico romanas.
Daremos una breve síntesis de estos libros según el Manual de Halley:
·         III ESDRAS
Muchas biblias católicas llaman al libro de Nehemías: II Esdras. III Esdras es una recopilación de pasajes de Esdras, II Crónicas y Nehemías y de leyendas acerca de Zorobabel.
·         IV ESDRAS
Pretende contener visiones dadas a Esdras referentes al gobierno divino del mundo, una nueva era venidera y la restauración de ciertas escrituras perdidas.
·         TOBIAS
Una novela completamente desprovista de valor histórico y llena de prácticas supersticiosas, acerca de un joven israelita, cautivo en Nínive que fue guiado por un ángel a casarse con una “virgen viuda” cuyos siete esposos habían sido muertos por un demonio.

·         JUDITH
Otra novela de una judía rica, viuda y hermosa que en los días de la invasión babilónica llegó a la tienda del general babilónico y simulando enamorarse de él, le cortó la cabeza y de esta manera salvó la ciudad en donde habitaba.


·         ESTER 10:4-13; CAPS 11-16
Pasajes acuñados a la versión Septuaginta del libro de Ester, principalmente para mostrar la mano de Dios en el relato. Estos fragmentos fueron recogidos y agrupados por San Jerónimo.
·         SABIDURIA
Muy similar a ciertas partes de Job, Proverbios y Eclesiastés. Una especie de fusión del pensamiento hebreo y de la filosofía griega. Escrito por un judío de Alejandría que se hace pasar por Salomón.

·         ECLESIASTICO
También llamado “Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac.” Se parece al libro de Proverbios. Escrito por un filosofo judío que había viajado mucho. Da reglas de conducta para todos los detalles de la vida cívica, religiosa y doméstica. Alaba a una larga lista de héroes del AT.


·         BARUC
Este libro pretende ser escrito por Baruc, el escriba de Jeremías a quien representa como pasando los últimos años de su vida en Babilonia. Se dirige a los exiliados. Su contenido es principalmente parafraseado de Jeremías, Daniel y otros profetas más una vehemente denuncia de la idolatría

·         CANTO DE LOS TRES JOVENES (Daniel 3:24-90)
Un añadido apócrifo al libro de Daniel que pretende ser la oración de los tres amigos de Daniel en el horno de fuego y su canto triunfal de ser librados.
·         HISTORIA DE SUSANA (Daniel 13)
Otro añadido al libro de Daniel. Relata como la esposa piadosa de un judío rico en Babilonia, falsamente acusada de adulterio, fue liberada mediante la sabiduría de Daniel.
·         BEL Y EL DRAGON (Daniel 14)
Otro añadido apócrifo al libro de Daniel. Dos historias en las cuales Daniel demuestra que los ídolos Bel y El Dragón no son dioses. Una se basa en el relato del foso de los leones.
·         ORACION DE MANASES
Pretende ser la oración de Manases, Rey de Judá, cuando estuvo cautivo en Babilonia (II Cr. 33:12,13). De un autor desconocido, probablemente del primer siglo AC.
·         I MACABEOS
Otra historia de gran valor sobre el período Macabeo, que cuenta eventos de la heroica lucha de los judíos para su independencia, 175-135 AC. Escrito alrededor del 100 AC por un judío de Palestina.
·         II MACABEOS
Este es también un relato de la lucha de los Macabeos pero se limita al período 175-161 AC. Profesa ser una abreviación de una obra escrita por un tal Jasón de Cirene, de quien nada sabemos. Complementa a I Macabeos pero es inferior a él.

HOMILIA DE VENEDICTO XVI

HOMILÍA DE BENEDICTO XVI
DOMINGO 24 DE ABRIL - DOMINGO DE RESURRECIÓN
«Alabad al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia» (Sal 118, 1)


“Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y regocijémonos en él, ¡aleluya!” (Salmo  resp.). Es el día más alegre del año, porque “el Señor de la vida había muerto, y ahora triunfante se levanta (secuencia). Si Jesús no hubiera resucitado, vana habría sido su encarnación, y su muerte no habría dado la vida a los hombres. “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (1Cor 15, 17) exclama San Pablo. Porque ¿quién puede creer y esperar en un muerto? Pero Cristo no es un muerto, sino uno que vive. “Buscan a Jesús Nazareno, el crucificado –dijo el Ángel a las mujeres–ha resucitado, no está aquí” (Mc 16, 6).
El anuncio de la resurrección produjo en un primer momento temor y espanto, de tal manera que las mujeres “huían del sepulcro… y a nadie dijeron nada, tal era el miedo que tenían” (Mc 16, 8). Pero con ellas, y quizá habiéndolas precedido un poco, se encontraba María Magdalena, que “viendo quitada la piedra del sepulcro” corrió enseguida a comunicar la noticia a Pedro y a Juan: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos donde le han puesto” (Jn 20, 1-2). Los dos van corriendo hacia el sepulcro y entrando en la tumba “ven las vendas allí colocadas y el sudario…en sitio aparte”(Jn 20, 6-7); ven y creen. Es el primer acto de fe de la Iglesia naciente en Cristo resucitado, provocado por la solicitud de una mujer y por la señal de las vendas encontrados en el sepulcro vacío. Si se hubiera tratado de un robo, ¿Quién se hubiera preocupado de desnudar el cadáver y colocar los lienzos con tanto cuidado? Dios se sirve de cosas sencillas para iluminar a los discípulos que “aun no se habían dado cuenta de la Escritura, según la cual era precio que el resucitará de entre los muertos” (Jn 20, 9) ni comprendían todo lo que Jesús mismo les había predicho acerca de su resurrección. Pedro cabeza de la Iglesia, y Juan, “el otro discípulo a quien Jesús amaba” (Jn 20, 2), tuvieron el mérito de recoger las “señales” del Resucitado: la noticia traída  por una mujer, el sepulcro vacío, los lienzos depuestos en él. El testimonio de los dos apóstoles y de las santas mujeres, es garantía de la resurrección, que es la vida para nosotros. Don precioso de su amor, para darnos vida en abundancia.
Las señales de la Resurrección se ven presentes en el mundo: la fe heroica, la vida coherente de tanta gente humilde y escondida. La vitalidad de la Iglesia, que las persecuciones externas y las luchas internas no llegan a debilitar la Eucaristía, presencia viva de Jesús resucitado que continúa atrayendo hacia sí a los seres humanos. Toca a cada uno de nosotros aceptar estas señales con las que creyeron los Apóstoles y hacer cada vez más firme la propia fe.
La liturgia pascual nos recuerda en la segunda lectura uno de los discursos más llenos de conmoción del Apóstol San Pedro sobre la resurrección de Jesús: “Dios le resucitó al tercer día, y se manifestó… a los testigos de antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de resucitado de entre los muertos” (Hech 10, 40-41). Estas palabras vibrantes del jefe de los Apóstoles nos dejan ver la intimidad de quien ha gozado de la presencia de Cristo resucitado, sentándose a la mesa, comiendo y bebiendo con él.
La Pascua invita a todos nosotros a una mesa común con Cristo resucitado, en la cual él mismo es la comida y la bebida. A la mesa de Cristo, verdadero Cordero inmolado por la salvación de los hombres, tenemos que acercarnos con corazón limpio de todo pecado, con el corazón renovado en la pureza y en la verdad, es decir, resucitados con él. La resurrección del Señor debe reflejarse en la vida nueva de los creyentes, ejercida con un “paso” cada vez más radical, que de las debilidades dejando el hombre viejo, demos paso a la vida nueva en Cristo.
La necesidad de ocuparse de las realidades terrenas, no debe impedir a los resucitados en Cristo el tener el corazón  dirigido a las realidades eternas, las únicas definitivas. Siempre nos está acechando la tentación de quedarnos en lo efímero, en lo pasajero, en lo temporal y contingente, como si fuera nuestra única patria.
La resurrección del Señor es una fuerte llamada a ver que estamos en el mundo como acampados provisionalmente y que estamos en viaje hacia la patria eterna. El fin último de nuestra existencia. Cristo ha resucitado para hacernos partícipes de gloria.
Que Santa María, a quien llamamos Reina de cielo, le podamos decir con la oración pascual: “alégrate, ¡aleluya!, porque Cristo a quien llevaste en tu seno ¡aleluya! Ha resucitado según su palabra ¡aleluya!, ruega al Señor por nosotros, ¡aleluya! 

jueves, 7 de julio de 2011

"BIBLIA JERUSALEN"

DE QUE TRATA LOS LIBROS DEL PENTATEUCO

GÉNESIS.- Significa "generación" u origen.

El nombre nos indica que este primer libro de la Revelación contiene los misterios de la prehistoria y los comienzos del Reino de Dios sobre la tierra. Describe, en particular, la creación del universo y del hombre, la caída de los primeros padres, la corrupción general, la historia de Noé y el diluvio. Luego el autor sagrado narra la confusión de las lenguas en la torre de Babel, la separación de Abraham de su pueblo y la historia de este patriarca y de sus descendientes: Isaac, Jacob, José, para terminar con la bendición de Jacob, su muerte y la de su hijo José. En esta sucesión de acontecimientos históricos van intercaladas las grandes promesas mesiánicas con que Dios despertaba la esperanza de los patriarcas, depositarios de la Revelación primitiva.

EXODO.- Es decir, "salida"

se llama el segundo libro, porque en él se narra la historia de la liberación del pueblo israelita y su salida de Egipto. Entre el Génesis y el Exodo median varios siglos, es decir, el tiempo durante el cual los hijos de Jacob estuvieron en el país de los Faraones. El autor sagrado describe en este libro la opresión de los israelitas; luego pasa a narrar la historia del nacimiento de Moisés, su salvamento de las aguas del Nilo, su huida al desierto y la aparición de Dios en la zarza. Refiere después, en la segunda parte, la liberación misma, las entrevistas de Moisés con el Faraón, el castigo de las diez plagas, el paso del Mar Rojo, la promulgación de la Ley de Dios en el Sinaí, la construcción del Tabernáculo, la institución del sacerdocio de la Ley Antigua y otros preceptos relacionados con el culto y el sacerdocio.

LEVÍTICO.- Es el nombre del tercer libro del Pentateuco.

Derívase la palabra Levítico de Leví, padre de la tribu sacerdotal. Trata primeramente de los sacrificios, luego relata las disposiciones acerca del Sumo Sacerdote y los sacerdotes, el culto y los objetos sagrados. Con el capítulo 11 empiezan los preceptos relativos a las purificaciones, a los cuales se agregan instrucciones sobre el día de la Expiación, otras acerca de los sacrificios, algunas prohibiciones, los impedimentos matrimoniales, los castigos de ciertos pecados y las disposiciones sobre las fiestas. En el último capítulo habla el autor sagrado de los votos y diezmos.

NÚMEROS.- Es el nombre del cuarto libro

porque en su primer capítulo refiere el censo llevado a cabo después de concluida la legislación sinaítica y antes de la salida del monte de Dios. A continuación se proclaman algunas leyes, especialmente acerca de los nazareos, y disposiciones sobre la formación del campamento y el orden de las marchas. Casi todos los acontecimientos referidos en los Números sucedieron en el último año del viaje, mientras se pasan por alto casi todos los sucesos de los treinta y ocho años precedentes. Descuellan algunos por su carácter extraordinario; por ejemplo, los vaticinios de Balaam. Al final se añade el catálogo de las estaciones durante la marcha a través del desierto, y se dan a conocer varios preceptos sobre la ocupación de la tierra de promisión.

EL DEUTERONOMIO.- Es, como expresa su nombre, "la segunda Ley"

una recapitulación, explicación y ampliación de la Ley de Moisés. El gran profeta, antes de reunirse con sus padres, desarrolla en la campiña de Moab en varios discursos la historia del pueblo escogido inculcándose los divinos mandamientos. En el primero (1-4, 43), echa una mirada retrospectiva sobre los acontecimientos en el desierto, agregando algunas exhortaciones prácticas y las más magníficas enseñanzas. En el segundo discurso (4, 44-11, 32) y en la parte legislativa (caps. 12-26), el legislador del pueblo de Dios repasa las leyes anteriores, haciendo las exhortaciones necesarias para su cumplimiento, y añadiendo numerosos preceptos complementarios. Los dos últimos discursos (cap. 27-30) tienen por objeto renovar la Alianza con Dios, lo que, según las disposiciones de Moisés, ha de realizarse luego de entrar el pueblo en el país de Canaán. Los capítulos 31-34 contienen el nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, el cántico profético de éste, su bendición, y una breve noticia sobre su muerte. El Deuteronomio es, según dice S. Jerónimo, "la prefiguración de la Ley evangélica" (Carta a Paulino).